Los vecinos del eje de Almogàvers piden control del desmadre nocturno

El ayuntamiento admite que aún no ha logrado la «máxima efectividad» contra botellón y excesos
Los residentes de nuevos bloques protegidos denuncian la invasión de los espacios comunes

PATRICIA CASTÁN / Barcelona

el pasado 27 de mayo fue supuestamente un día grande para los nuevos residentes de los flamantes 102 pisos del gran edificio de protección oficial del número 107 de Almogàvers. El alcalde Jordi Hereu y varios altos cargos municipales les hacían la entrega oficial de llaves para una nueva vida, a precio asequible y con toda la modernidad que acompaña al distrito 22@. Y si bien es cierto que todos los recién llegados se sienten afortunados, también lo es que su dicha se desploma los fines de semana a causa del desmadre nocturno que vive la zona y que les quita el sueño, como a muchos otros vecinos del eje Almogàvers, Pamplona, Zamora, Pere IV y demás calles próximas a locales de ocio. Los afectados denuncian el botellón, ruidos, suciedad, meadas y demás lastre que dejan los noctámbulos antes de entrar o salir de algunos de los establecimientos. El problema también afecta a los nuevos hoteles y sus huéspedes.El problema del antes llamado triángulo golfo no es nuevo, aunque el los últimos años las quejas vecinales habían menguado por pura aritmética: la zona está ganando edificios tecnológicos y oficinas pero apenas había vivido un relevo residencial de los vecinos desplazados. Residentes de un bloque de la calle de Pamplona cuentan sus noches en vela por el jolgorio de los juerguistas en la calle que, antes o después de salir de los locales de ocio, beben, orinan, ponen música a todo volumen en el coche y dejan tras de sí todo tipo de huellas de su paso. Luis G., con muchos años en el barrio, se queja de la «invasión total de la calzada» tras el cierre de los locales, donde la multitud de jóvenes «paraliza el tráfico de coches y buses que rechistan por miedo a que los zarandeen».

NUEVAS QUEJAS / No obstante, a la resistencia resignada de estos y otros vecinos se suman ahora voces nuevas y con ímpetu irreductible: el colectivo de residentes de los números 107-115 de Almogàvers, que incluso han creado un grupo en facebook para compartir sus desvelos. Más allá del lío en la zona, explica Susana D., su principal problema es el espacio comunitario situado entre dos bloques, donde se han colocado bancos en un estrecho tubo que es carne de cañón para las juergas al aire libre. En su foro, otro vecino, por ejemplo, cuenta cómo entraron en el espacio «varios grupos a hacer botellón, mear y cagar por todas partes», dejando el suelo sembrado de «latas, botellas, tampones y condones». Incluso han llegado a romper una pared del local vacío del 111.

Los afectados han denunciado el caso a Sogeur (promovió el inmueble junto con la FAVB, en regimen de cooperativa), que trata de buscar una solución, ya que el cierre nocturno del espacio no es fácil al ser área pública. El colectivo ha denunciado repetidamente el caso en el ayuntamiento, hasta obtener una respuesta escrita desde la Unidad Nocturna de la Guardia Urbana, que asegura conocer bien la problemática, y explica que han intensificado los dispositivos policiales en la zona, pero admite que no han alcanzado «los objetivos deseables para garantizar el cumplimiento estricto de las ordenanzas». «No hemos llegado a la máxima efectividad», agregan.

De hecho, durante dos noches este diario comprobó como el operativo policial (tras muchas quejas) se concentra más en controles de alcoholemia, con escasas intervenciones en la zona de denuncias, que en evitar botellón y concentraciones. Una labor que los vigilantes de algún local asumen, con poco éxito.

elperiodico.com
30 de Agosto 2010

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