Un bar que guarda el alma de un barrio

El Versalles, que cumplirá un siglo en el 2015, fue un refugio durante la guerra civil

 El Bar Versalles renació por última vez en el año 2010. Este emblemático local, convertido en un icono de Sant Andreu, ya estaba en pie en 1915.
 Hasta hace poco se creía que se inauguró en 1928, según consta incluso en la puerta de entrada del establecimiento, pero el historiador Pau Vinyes descubrió un viejo programa de la fiesta mayor del barrio de 1915 donde ya lo mencionaban con el nombre de bar Petit Versailles. Por eso, ya no queda nada para que el establecimiento (Gran de Sant Andreu, 255) celebre 100 años muy bien llevados.

La historia de este bar es la historia de Sant Andreu. Pere Riera, director y copropietario del renacido Versalles, habla de este establecimiento ubicado en los bajos del edificio de Can Vidal, como un local «con su propia alma y que reúne la esencia de Sant Andreu, un barrrio y una gente a la  que le pertenece». Por eso, se ha tratado de mantener la decoración del local «tal y como guardaban los vecinos en la retina», apunta Riera. Las fotos y pinturas que adornan las paredes recuerdan cómo era el Versalles en sus años mozos.

Espacio masculino

El subterráneo del local sirvió de refugio durante los bombardeos de la guerra civil. El establecimiento entonces se llamaba Petit Versailles, pero este nombre afrancesado acabó convertido en Versalles. El cambio se produjo en los primeros años de la dictadura franquista ya que era obligatorio castellanizar los nombres.

Las paredes del local son testigo de la evolución de la clientela. Como explica en la biografía del local Pau Vinyes, hasta los años 50, el Versalles era un territorio solo para hombres. En esta década ya aparecieron las primeras mujeres, pero siempre acompañando a sus maridos y hasta los años 60 no traspasaron las puertas del local ellas solas. «En la parte superior del local había una pianola y la gente venía a bailar. Aquí se han formado muchas parejas», explica Riera.

Maria Gràcia, vecina del barrio, recuerda con añoranza las felices mañanas de fiesta cuando iba con su familia a tomar el vermut al bar. «Nos juntábamos  mucha gente, era un momento mágico», afirma.

EL PERIÓDICO / Barcelona
Miércoles, 16 de octubre del 2013

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