El transporte público no logra atajar el incivismo, que sigue creciendo y requiere nuevas respuestas | Los autores del 78% de los incidentes de FGC son identificados o detenidos | TMB dedica a prevención y protección 21 millones cada año
ÓSCAR MUÑOZ
El Trambesòs es escenario habitual de comportamientos antisociales y de problemas de seguridad de los que La Vanguardia se ha hecho eco en varias ocasiones. Lo que ocurre en algunos trayectos de este servicio es la punta de un iceberg que afecta, en mayor o medida, a todo el transporte público de Barcelona –metro, autobuses, Ferrocarrils de la Generalitat y Rodalies–, donde las incidencias, más o menos violentas, especialmente contra las instalaciones, están a la orden del día. Es lo que se conoce como vandalismo. Los enfrentamientos entre personas, ya sean verbales o físicos, están más acotados en determinadas zonas y horarios, pero tampoco son infrecuentes. Las administraciones y las operadoras buscan soluciones. Algunas se debatieron ayer en Barcelona en una jornada organizada por Ferrocarrils de la Generalitat.
Entre los últimos casos graves está el sufrido por R.C.O., conductor del Trambesòs de 38 años. La madrugada del pasado 3 de julio fue víctima de una agresión por parte de un grupo de personas, entre ellos viajeros, mientras trabajaba. Las lesiones que le ocasionaron le obligaron a pedir la baja temporal, que luego empalmó con las vacaciones.
“Estamos acostumbrados a que nos increpen y amenacen, pero aquel día la cosa fue a más –relata–. Cuatro o cinco individuos que se montaron en Parc del Besòs me insultaron y escupieron aprovechando que la ventanilla de la cabina estaba bajada, yo les devolví el insulto y así empezó todo”. Cuando el empleado, en Gorg, bajó del tranvía para hacer un descanso, fue atacado por dos de los usuarios con los que había discutido y un grupo de ocho o diez personas que esperaban en la calle. Lo acorralaron, le dijeron que “era una mierda” y le golpearon en la cara. Finalmente logró entrar en el tranvía. “Si no me refugio en la cabina, me matan o me apalean”, recuerda. Una vez en el puesto de conducción, con la puerta cerrada, llamó al centro de control y logró que los agresores salieran del convoy.
De regreso al trabajo, se lo toma con calma, aunque reconoce que hay momentos en que se pone nervioso. “Pero no me puedo esconder, hay que afrontarlo”, insiste. “Lo peor es que ese tipo de situaciones son frecuentes –prosigue–. No hay derecho que ocurran; tú estas trabajando y ellos hacen lo que quieren”. Este conductor reclama más y mejor vigilancia. “Han puesto unos mediadores, pero no es suficiente –añade–, también hay seguridad en las paradas terminales; hay que ampliarla”. Como medida concreta sugiere que los Mossos d’Esquadra patrullen dentro de los tranvías en las horas y en las zonas más conflictivas.
Casos similares al de R.C.O. se dan en otros medios de transporte. Ferrocarrils del la Generalitat hizo públicos ayer sus últimos datos de incidentes. El año pasado, en las líneas metropolitanas (Barcelona-Vallès y Llobregat-Anoia) se registraron 45 agresiones a vigilantes de seguridad en sus instalaciones y 28 a otros empleados. En este último capítulo, este 2011, hasta agosto, ya se han producido 23. Es un ejemplo del crecimiento generalizado de actos incívicos y violentos en este sistema ferroviario (véanse gráficos). Desde el 2004, la ratio de incidentes por millón de viajes se ha triplicado, pasando de 2,31 a 7,1. Este indicador, con todo, está muy lejos del del Trambesòs, que el año pasado se cerró con 40,2, un valor que de enero a julio pasado se mantenía estable (39,7). Estas cifras contrastan con las de la otra red de tranvía, el Trambaix, que en lo que va de año está en una ratio de 7,05 (en el 2010 obtuvo un 5,6). TMB no facilitó datos sobre la evolución del número de incidentes pero explicó que se mantiene bastante estable, con oscilaciones ocasionales. El coste de la prevención, protección y seguridad asciende a 21 millones de euros anuales (cuatro veces más que hace diez años). Sólo en limpiar pintadas y reparar rayadas el año pasado se gastaron 840.000 euros.
En la estadística de FGC destaca el aumento espectacular de los robos y hurtos. En el 2009 se denunciaron 70 y el año pasado 164. De enero a agosto pasados, ya van 113. Otro ejemplo negativo es el del vandalismo (grafitis, rotura de material, robo de cable…). Hace dos años hubo 113 casos y en el 2010 se llegó a 140, una cantidad que este 2011 –hasta agosto– ya se había superado (145).
El presidente de Ferrocarrils, Enric Ticó, reconoció este repunte, aunque, recordó, “los operadores de transporte público sufrimos los mismos problemas que el resto de la sociedad, lo que hay bajo tierra también es ciudad”. Aun así, como dato positivo, destacó el elevado nivel de casos descubiertos, que roza el 78%.
Gracias a los medios humanos y materiales –cámaras en los trenes y estaciones– se identifica o detiene con más facilidad a los autores. Este responsable ferroviario considera que la colaboración entre los Mossos d’Esquadra y Guardia Urbana de Barcelona “es un ejemplo que seguir”, por lo que se pedirá a otras policías locales que participen en la vigilancia de estaciones de FGC fuera de la capital. También consideró necesario reforzar la colaboración en el ámbito judicial para agilizar los procesos abiertos. Otra de las mejoras es acelerar la vía administrativa para cobrar las sanciones.
La vanguardia.com
20-09-2011
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