Un parque cívico, sin ruido, edificios señoriales. No parece, de hecho, que esté en la ciudad.
No parece Barcelona. Los grandes árboles con pinta de nórdicos, magnolios y tilos gigantescos con muchas hojas ya caídas en un tempestuoso noviembre, el césped verde y mojado, la tranquilidad absoluta, con muy poca gente por los caminos y el ruido de tráfico casi ausente, o superado por el jolgorio de las cotorras. Solo el miércoles hubo más ruido de lo normal, cuando un millar de médicos se manifestaban ahí con silbidos y gritos contra los recortes en la sanidad. Pero pronto, tras una hora, regresó la calma, una calma que muy pocos barceloneses conocen.
Yo recuerdo el recinto de los jardines de la Maternitat, entre la Travessera de les Corts, el Camp Nou y el Hotel Princesa Sofía, de la época preolímpica, cuando unos cuantos trabajábamos ahí en las oficinas temporales del COOB, el comité organizador de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Y para ser oficinas temporales, no estaban nada mal: nuestro departamento de Operaciones de Prensa estaba en lo que se llamaba el edificio Rosa.
Rincón de lujo
Pero no recuerdo el entorno tan verde. El recinto estaba, además, semicerrado y cuando mis dos hijos nacieron, también en plena fiebre olímpica, en la Maternitat una gran valla separaba ese centro hospitalario de lo que siempre habían sido sus jardines. Parecía bastante inhóspito, oscuro de noche, este rincón de lujo, que, menos mal, se transformó en un bello parque público poco después de los Juegos.
Ahora, trabajadores de las empresas del entorno, o de instituciones de dentro del recinto, se sientan en la hierba con tuppers con ensalada de pasta o de arroz -platos que no requieren microondas- y los vecinos lo utilizan como camino de paso entre un lugar u otro. Hay dos parques infantiles, además, y sobre ellos emergen dos chimeneas conservadas de un pasado que parece industrial, pero que no lo es. Todo el recinto se construyó entre 1889 y 1898 como Casa Provincial de Maternidad y Expósitos, o sea también para buena parte de los habitantes más desfavorecidos. Muchas veces me he preguntado por qué una institución como la diputación posee por toda la provincia de Barcelona tantísimos edificios tan emblemáticos y, además, monumentales y muy valiosos, pero en muchos casos es como este: fue la entonces más poderosa diputación que a finales del siglo XIX hizo construir este complejo lleno de niños.
La Maternitat, el hospital en sí en el extremo noroccidental, más cerca de la Diagonal, sigue funcionando como tal, desde hace años como centro del Hospital Clínic, pero el resto de los numerosos edificios, ideados en la finca de Can Cavaller por el arquitecto modernista y funcionario de la diputación Camil Oliveres, tienen ahora otras funciones muy distintas. Se llaman todos pabellón, con nombres ventosos como Helios, Ponent, Llevant, Mestral y Xaloc, pero también Cambó y Prat de la Riba, ya que la historia política nunca falta en ningún recinto público en Catalunya. A mí, me gusta más, como nombre, el pabellón Ave Maria, justo donde se instaló hace unos años la Conselleria de Salut. En otros tienen su sede le Universitat de Barcelona, el instituto de secundaria Les Corts, COM Ràdio y departamentos de la diputación.
No parece Barcelona. Podría ser Londres, un parque cívico, sin ruido, edificios señoriales. No parece, de hecho, que esté en la ciudad.
El Periodico.com
18 Noviembre 2011
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