Lamentan tener que recurrir a las grandes superficies para hacer la compra de la semana
Los vecinos señalan el aparcamiento y el transporte público como principales problemas
CARLOS MÁRQUEZ/ MARINA MUÑOZ
Muchos de los vecinos que se acercan a charlar con EL PERIÓDICO en la plaza de Vallvidrera llevan un café en la mano. Este detalle, el de sujetar el vaso de cristal del bar con dos dedos para no quemarse, es una muestra más del talante del barrio más alpino de la ciudad. «Aquí vamos a nuestro ritmo, no como en Barcelona», comparte Josean Campos, removiendo su cortado. El ritmo del que habla, el compás que dicta la vida en Collserola, tiene dos velocidades: la de la paz que destila el entorno y la de la necesidad de disponer de más y mejores servicios.
El aislamiento parece ser la principal virtud y a la vez defecto de Vallvidrera, Tibidabo i Les Planes. Soledad positiva porque el ciudadano que busca tranquilidad no encontrará mejor lugar en toda la urbe. Pero también retiro ingrato porque el ostracismo que impone el monte hace que aquí no se encuentre todo lo que abunda por debajo de la Ronda de Dalt. Nora Arias llega a la parada del funicular cargada con un carrito azul. «He ido a un supermercado de Sant Quirze». ¿Y cuánto tarda usted en hacer la compra? Lo que para muchos es bajar al súper en pantuflas, para los pobladores de la montaña son «tres horas de odisea», el tiempo que ha precisado Nora para conseguir reponer la despensa.MORRIÑA POR EL «MEOLLO» / María José Closa lleva 27 años en Vallvidrera y admite que no le importaría volver a la ciudad. «Echo de menos el meollo. El comercio de aquí está bien, pero no puedes evitar bajar a Barcelona o a Sant Cugat para las cosas grandes».
La escasez de aparcamiento, dicen, tampoco ayuda a consumir con comodidad.
Josean lo define como el «mal crónico del barrio» y, como hijo de Collserola y persona que lleva años intentando que Barcelona escuche sus reivindicaciones, es de los que no esconde que preferiría «la independencia; que Vallvidrera tuviera su ayuntamiento para resolver los problemas de la montaña desde la montaña».
En el primer edificio de vivienda protegida del barrio se han reservado unas plazas de párking rotativas, pero están muy por debajo de lo prometido. Esta situación lleva a otro residente, Alberto López, a sentirse «completamente engañado» por el distrito. «Ahora dicen que va a construir un aparcamiento subterráneo debajo de la plaza de Pep Ventura. No me lo creo», se queja.
SIN BUS NOCTURNO / Ni un taxi. El bus solo se mueve dentro del barrio. Y el funicular deja de funcionar entre las 12 y las cinco de la mañana. Estos tres argumentos están en la mente de todos los vecinos cuando se les pregunta por el transporte público. Jesús León es técnico de teatro y a veces vuelve tarde a casa. «Al no tener nitbus te ves obligado a coger un taxi que te sale por 20 euros». Lleva un año y medio en Collserola y está «encantado» de haber elegido «el mejor lugar de Barcelona para vivir», pero no entiende «cómo nadie se ha dado cuenta de que un barrio entero no puede quedar aislado por la noche».
Aparece Mònica Aguilera. Es una de las mejores corredoras españolas de larga -muy larga- distancia y además trabaja como periodista para la revista deportiva Trail. No es habitual en ella quejarse. Y ahora tampoco lo hace. La campeona del Marathon des Sables del 2010 y miembro del equipo deportivo Salomon se queda con lo bueno de su barrio, «con lo bien que va Collserola para entrenar», con el «privilegio» de vivir dentro de un parque natural.
El turismo también divide al vecindario. Hay quien cree que vendría bien a la economía y quien reniega de una montaña «llena de guiris». Jordi Gràcia es un poco del segundo grupo. Se queja del paseo que se ha hecho en la carretera de Vallvidrera al Tibidabo porque el barrio «tiene otras prioridades». «Necesitamos la independencia. Pero no hablemos de eso, porque empezaríamos y no acabaríamos nunca».
elperiodico.com
martes, 3 de mayo 2011
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