La capital del Estado lleva décadas reivindicándose como una gran urbe moderna a base de caros proyectos de grandes arquitectos
Celeste López
Madrid lleva décadas reivindicándose como una gran urbe moderna, cosmopolita y dinámica en la línea de las capitales europeas del calado de Londres, París o Berlín. Y nadie le discute que ha conseguido su objetivo de introducirse en ese circuito de referencia en un tiempo récord. ¿Cómo lo ha hecho? No escatimando ni un ápice en proyectos faraónicos a cual más espectacular. Y caros, muy caros, tanto que la única manera de hacer frente a esas millonarias inversiones es con préstamos a largo, muy largo plazo.
La bonanza económica permitió sortear los números rojos que las cuentas de la ciudad tiene desde hace tiempo (más de 7.000 millones de deuda). Los bancos y la Administración central estaban ahí para mantener a ese Madrid faraónico levantado a base de pagarés.
Hasta que llegó la crisis, que obligó a revisar esa política del yo más que ha impulsado al Madrid moderno a la cumbre del éxito. La tijera a las obras llegó antes que a los servicios sociales, dejando tras de sí una estela de proyectos inacabados e infraestructuras sin utilizar.
Es el caso de la Caja Mágica, instalación concebida como la joya de la corona del tenis mundial. Diseñada por el arquitecto Dominique Perrault hace seis años, este edificio en forma de caja gigante de acero y cristal es una fuente de quebraderos de cabeza para el Ayuntamiento. Conscientes de que los escasos eventos tenísticos de alcurnia no justificaban el alto coste de la infraestructura (casi 300 millones), el equipo municipal llegó a un acuerdo con el Real Madrid de baloncesto para que estableciera ahí su casa. Pero el acuerdo se ha roto al año y la Caja Mágica ahora no tiene quien la habite, salvo para la celebración de algún espectáculo o congreso concreto. Muy poco para un proyecto en el que se invirtió el doble de lo previsto.
Si la Caja Mágica es un claro ejemplo de infrautilización, hay otros proyectos que no llegan ni a eso, bien porque están cerrados o, sencillamente, porque no se harán. Es el caso del polideportivo de la Cebada en el distrito Centro, demolido hace tres años y que ha dejado sin zona deportiva a más de 150.000 vecinos; el de Butarque, que tampoco se hará; el de Fuente del Berro, cerrado; o el de Vallehermoso, derribado en el año 2008 para convertirse en un estadio deportivo de nivel y que ahora se transformará en un polideportivo (sin estadio) de gestión privada.
La Administración autonómica también quiso apuntarse a la creación de infraestructuras faraónicas en las que dejar su impronta. Es el caso de la Ciudad de la Justicia, el complejo de órganos judiciales más importante de Europa y que debería ser ya una realidad. Pero la realidad es que sobre la superficie de 202.369 metros cuadrados en la que se iban a construir 19 sedes judiciales, algunas de ellas diseñadas por el arquitecto Norman Foster, sólo hoy se levanta una: el Instituto de Medicina Legal, de Alejandro Zaera-Polo. Ubicado junto a la Terminal 4 del aeropuerto de Barajas, a la espalda de los pabellones de la Feria de Madrid y en el paraje de Valdebebas, se iza un singular edificio en forma de iglú pensado para ejercer la medicina forense. El único problema es que está vacío, no hay nada en su interior porque el edificio está aislado, no hay manera de acceder hasta él. El instituto se entendía dentro de un conjunto que no existe…
Pero los sueños de grandeza de Madrid no se desmoronan. Madrid sigue altanera desafiando la coyuntura económica y ya está inmersa en un nuevo reto (por tercera vez), ser ciudad olímpica. ¿Cuanto cuesta? Ya se verá.
La Vanguardia.com
17-10-2011
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