El ministro de Fomento, José Blanco, llegó como una locomotora, ahora debe frenar en pleno ciclo electoral
Enric Juliana
Recorte del salario de los funcionarios, congelación de las pensiones, abaratamiento del despido mediante un nuevo catálogo de las causas objetivas del mismo, relativización de los convenios colectivos, más años de trabajo para cobrar las pensiones del futuro (en preparación), dosificación de las medicinas, un globo sonda tras otro para introducir el pago simbólico por cada visita al médico, más IRPF para unos cuantos miles de profesionales que aún se dejan retratar con la nómina, posible amnistía fiscal para paliar el grave estrangulamiento de la tesorería del Estado…, el Plan de Estabilización del 2010 comienza a ser impresionante. España está intervenida por el Directorio Europeo, y Alemania, deseosa de salvar el euro y temerosa del fantasma de la República de Weimar, ha decidido ser Esparta.
De todos los ingredientes del severo ajuste en curso, hay uno sobre el cual el Gobierno mantiene un temeroso silencio. Todo está sometido a frenética discusión –no hay tertulia en la que no asome un estadista–, pero nadie dice ni pío sobre el parón de las obras públicas.¿Cuánto se retrasará la llegada del AVE a Galicia? Silencio. ¿Qué pasará con la Y ferroviaria vasca? Silencio. ¿Será la pronta llegada del AVE al País Vasco una de las banderas que el presidente Zapatero ofertará al PNV para obtener el sí a los presupuestos del 2011? Silencio. ¿Se construirá algún día la nueva estación de la Sagrera en Barcelona? Silencio. ¿A qué velocidad seguirá perforando la tuneladora Barcino el subsuelo del Eixample? Silencio. ¿Qué pasará con el ambicioso plan de transporte ferroviario de mercancías anunciado como una de las grandes novedades del paso de José Blanco por el Ministerio de Fomento? Silencio.
“Lo único seguro en estos momentos es la llegada del AVE a Valencia a finales del 2010. La línea está prácticamente terminada, ya se están realizando viajes de prueba y sólo falta acabar de construir la estación provisional al lado de la vieja estación del Nord, que va a ser provisional durante muchísimo tiempo; todo lo demás se halla en puntos suspensivos”. Este es el retrato que hace una semana ofrecía un buen conocedor de la planificación estratégica de Fomento. Todo está parado a la espera de que la tormenta amaine un poco y el Gobierno pueda redibujar su horizonte.
La nueva agenda de la obra pública en España –señalan las mismas fuentes– dependerá de la capacidad real del Ejecutivo para pactar nuevas fórmulas de financiación con los bancos y con las maltrechas cajas de ahorro, de acuerdo con el plan adelantado por Zapatero y Blanco en un acto de gran formato publicitario que tuvo lugar en la madrileña estación de Chamartín; acto anterior a la decisiva reunión del Ecofin los días 8 y 9 de mayo en Bruselas, en la que España oyó voces de ultimátum: “O ajuste duro, o crisis fuera de control”.
Nueva agenda. Nuevo catálogo de obras. Nuevo calendario. Y nuevo problema político. Falta un año para las elecciones municipales y autonómicas. En los próximos meses habrá que decir que no al sueño alentado por el Partido Popular –y luego recreado por el PSOE– que tenía por lema lema: “Que no falta de nada: ponga una estación del AVE en cada capital de provincia”. No podrá ser. Y no será fácil explicarlo.
Para muestra un botón. El presidente de Cantabria, el regionalista Miguel Ángel Revilla, consiguió ser recibido ayer en la Moncloa, ansioso de poder trasladar su exigencia a Zapatero: que el AVE llegué a Santander directamente desde Madrid, cruzando la meseta castellana, y no a través del ramal vasco (Bilbao). Coste: 2.000 millones de euros. “Si no hay AVE, no hay anchoas”, ha amenazado Revilla. Si no hay AVE, tumba el gobierno de coalición regional con el PSOE.
Zapatero le recibió ayer con la noticia del monumental recorte alemán encima de la mesa. Le escuchó y, según Revilla, no le dijo que no. Otro balón hacia delante. El presidente prometió darle respuesta antes del 20 de julio.
Hoy se celebra en Zaragoza la conferencia de transportes de la Unión Europea, en la que el Gobierno debería defender sus prioridades para los grandes corredores ferroviarios de mercancías. La última pesadilla del Gobierno: retrasar y anular obras prometidas Blanco llegó como una locomotora, ahora debe frenar en pleno ciclo electoral.
La vanguardia.es
8-06-2010
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