Aprender del deseo

El nuevo colegio público Congrés-Indians sigue el método de la escuela abierta
Los niños no están separados por edades y ellos son quienes deciden cuándo tratar cada materia

HELENA LÓPEZ
BARCELONA

Cuatro ambientes 8 Alumnos del CEIP Congrés-Indians, la semana pasada, en el aula de psicomotricidad. JOSEP GARCIA

No levantan un metro del suelo, pero ya se sirven solos, sin excesiva dificultad, su vaso de agua de la pequeña jarra, adaptada a sus dimensiones. Y no solo el agua. A sus 3 añitos, los niños también son responsables de servirse su propia comida -siempre ecológica-, en la cantidad que consideren, y a su ritmo. Sobre todo a su ritmo. La singular escena se repite a diario en el comedor del CEIP Congrés-Indians, centro público de nueva creación -se levantó, o más bien se plantó, ya que funciona en barracones, el pasado septiembre-, que tiene la particularidad de ser una escuela abierta, cuyo funcionamiento está a años luz de la dinámica que rige el resto de colegios «normales» de la ciudad. Ni batas, ni filas para entrar y salir, ni pizarras… ¡ni siquiera pupitres!

Al margen de los alimentos ecológicos y de la autonomía de los pequeños a la hora de decidir cuánto y qué comer, la hora del comedor en el Congrés-Indians presenta otras peculiaridades. Los padres, por ejemplo, pueden almorzar con los pequeños si lo desean. «Entre las 12.30 y las 15.00 la escuela está abierta a las familias. Si quieren y pueden, tienen la opción de sentarse a comer junto a sus hijos», relata Astrid Ruiz, directora del centro que, cual escuela rural a escasos metros de la Meridiana, no separa a los niños por clases, en función de su nivel, curso o edad. En realidad, el centro ni siquiera tiene clases, sino «ambientes» educativos, por los que los pequeños se mueven libremente. «El currículo está expuesto al niño, y es este el que dirige, no se le impone», señala Ruiz, quien asegura que el hecho de no obligar genera deseo en el niño.

«Nos diferenciamos del resto de colegios en el cómo, no en el qué», apunta Ruiz. Es decir, cumplen con el currículo marcado por el Consorci d’Educació de Barcelona -no en vano se trata de un centro público- pero siguiendo sus propios métodos. «Aquí, los maestros no enseñan, los niños aprenden. El papel de las profesoras es acompañar en el proceso y garantizar el aprendizaje», prosigue la directora, quien se dirige siempre a los pequeños en inglés con total naturalidad. Y es que esa naturalidad es precisamente una de las bases del centro, donde los límites se introducen siempre «con sentido».

La quintaesencia de esa espontaneidad se respira en la entrada del colegio, entrada que ellos llaman «relajada». Es decir, los niños van llegando de forma escalonada entre las nueve y las diez de la mañana, lo que permite al equipo docente realizar un «bon dia individualizado», algo que, eso sí, solo podrán hacer en el preescolar, porque no es educación obligatoria.

De momento, son solo 50 niños y tienen la suerte de contar con alumnos de magisterio que, atraídos por su particular sistema pedagógico, hacen prácticas en el centro de forma voluntaria. La escuela es de nueva creación y ahora solo cursan P-3, pero con el tiempo irá creciendo y llegará a ofrecer hasta sexto de primaria, caso muy similar al de la escuela Els Encants, el otro único referente de escuela abierta y pública en toda la ciudad, también en barracones y nacida solo justo un curso antes.

El futuro físico del centro es incierto. El Consorci tiene la intención de dejarlo cuatro cursos en barracones y trasladarlo después al edificio del colegio Rosa dels Vents, al otro lado de la Meridiana, centro escolar estigmatizado que el Consorci pretende «reiventar». Una solución a la que por ahora se niegan los padres de ambos centros.

El Periodico.com
Martes 25 enero 2011

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