Lucha vecinal con sabor a caramelo

La plaza Roja nació en un espacio que se salvó de la especulación de Ciutat Meridiana. 

PILAR GARCÍA
BARCELONA 

El nombre de la plaza Roja de Moscú deriva de una antigua palabra rusa que significa bella. Salvando las distancias, esa denominación inspiró, por sus tintes izquierdistas, a los combativos vecinos de Ciutat Meridiana de los últimos años de la dictadura que se oponían al régimen. El origen del nombre del centro neurálgico del barrio no tiene nada que ver, pues, como algunos piensan, con el tono rojizo del suelo, sino con la ebullición de los movimientos sociales en los 70 y la actividad de los afines al comunismo. «La plaza Roja era el punto de encuentro de los que simpatizaban con el PSUC», recuerda Josep Lledó echando la vista atrás para recordar aquellos años de clandestinidad.Punto de encuentro 8 La plaza es el centro neurálgico del barrio.

Punto de encuentro 8 La plaza es el centro neurálgico del barrio. RICARD CUGAT  

 
Lledó tiene a sus espaldas una amplia actividad asociacionista y vecinal y actualmente preside la Mostra d’Entitats de la Zona Nord de Nou Barris. Es también el presidente y vicepresidente respectivamente del Club de Petanca y de la Penya Blaugrana de Ciutat Meridiana. En 1967 se instaló, procedente de Ciutat Vella, en Ciutat Meridiana, habitado entonces en su mayoría por andaluces y extremeños. El hecho de ser un barrio de acogida de aquella ola de inmigrantes le puso en bandeja un mote como mínimo curioso: «A mí me llamaban el Catalán».

 A los pies del parque natural de Collserola, Ciutat Meridiana es un ejemplo de la falta de conciencia ecológica y la especulación urbanística de los años 60. Lledó apunta que antes de la desenfrenada edificación de pisos en la zona, la plaza Roja «era solo un descampado entre montañas con viñas». Podría decirse que el que hoy es lugar de referencia en el barrio, escenario tanto de fiestas mayores y ferias como de manifestaciones, fue fruto de la casualidad. «Nadie planeó hacer ahí una plaza. La configuración de los edificios que se levantaron dejó libre ese espacio», dice el exlíder vecinal. Lledó recuerda su llegada al barrio: «Me vendieron la idea de que iría a una ciudad residencial, con campos de fútbol, piscina y equipamientos de todo tipo». Pero la realidad fue otra. «No había alcantarillas, ni ambulatorios ni escuelas…», recuerda. La falta de recursos básicos obligaba a los vecinos a hacer desplazamientos que en aquella época eran una auténtica odisea. Él era de los afortunados que iban motorizados. «Mi mujer y yo teníamos una Bultaco con sidecar», apunta con una sonrisa que delata buenos momentos a bordo del vehículo. 

 Helga Heindel, otra activa vecina de Ciutat Meridiana, destaca que «todo eran cuestas y pendientes». Las luchas vecinales por la mejora de la accesibilidad a la parte alta del barrio lograron una línea interior de autobús cuyo recorrido se iniciaba delante de la plaza Roja. «Nos ahorró las caminatas hasta el mercado», señala Heindel. El precio popular del billete por su corto itinerario, una peseta –el del resto de líneas de la ciudad costaba 4–, hizo que todo el mundo le llamara chupa chup, al costar lo mismo que el caramelo. 

 Una ingeniosa foto que Lledó hizo en 1971 a su madre y a su hija delante del bus lleno a rebosar, en la que la pequeña recibe un chupa chup de su abuela, ganó el primer concurso fotográfico de la fiesta mayor del barrio. La enseña con nostalgia. La misma que Helga transmite al recordar los bailes con su marido, ya fallecido, en la plaza Roja. «Yo me arrancaba por sevillanas e incluso gané un concurso», dice orgullosa esta austriaca que encontró el amor en Barcelona. «Entonces él prefería mirarme. Era muy catalán», concluye. 

 el Periodico.com
17-01-2012 

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