Cientos de veladores instalan parapetos alegales a la espera de una nueva norma
BARCELONA
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VILA I VILÀ 3 Parapetos en varios bares de la calle. JOAN PUIG
La heterogénea norma que afecta a las terrazas (del Paisaje Urbano y de Usos de la Vía Pública) genera situaciones tan dispares como que un distrito cierre sus veladores tres horas más tarde que otro o uno pueda instalar jardineras para separar sus terrazas y delimitarlas, mientras que el contiguo prohíba cualquier floritura. Esta coyuntura llevó al sector a levantar la voz y solicitar una uniformidad legal, como avanzó este diario hace casi un año. El nuevo equipo de gobierno de Xavier Trias asumió esta patata caliente (será necesario crear excepciones por las particularidades de algunas plazas y zonas) y la concejala de Promoción Económica, Sònia Recasens, prepara el documento con el objetivo de ajustarlo a la nueva realidad.
RENTABILIDAD / Mientras, y con la facturación de los bares y muchos restaurantes en plena recesión, los hosteleros buscan la viabilidad de sus negocios a toda costa. Algunos ni se molestan en disimular con transparencias los parapetos, y eligen vivos colores que den notoriedad al negocio. Otros invaden claramente el espacio peatonal. Otros solo quieren evitar el frío. Fuentes municipales indican que «este tipo de cubrimiento no está previsto en la actual normativa y se controla con inspecciones, pero no de forma prioritaria». Consideran que se trata de un «fenómeno reciente» aún por regular.
Esta «no prioridad» queda patente, según el testimonio de diversos operadores consultados que admiten no haber sido amonestados. En cambio, sí han notado «mucha más clientela a cualquier hora, y no solo fumadores, sino gente que quiere tomar algo en la calle y que no entraría al local», explica un camarero del Paral·lel. El presidente del Gremi de Restauració de Barcelona, Gaietà Farràs, considera que esta herramienta es esencial ahora para garantizar la rentabilidad de muchos negocios, aunque insta a pactar nuevas reglas del juego para no crear agravios comparativos.
La osadía, sin embargo, no es general. En Sants, donde la Unión de Comerciantes de BCN se movilizó el año pasado para reclamar la equiparación normativa, ni tan siquiera se atreven a instalar toldos (parasoles) fijos. «Nos multaban con 600 euros y solo los podemos poner de quita y pon», se queja su portavoz, Manuel Jiménez. El nuevo gobierno municipal les prometió soluciones, que aguardan antes de volver a la carga, mientras ven languidecer sus terrazas del generoso paseo de Sant Antoni. En cambio, en la calle de València se ubican auténticos iglús (cubiertos), y en otras proliferan las carpas.
La ciudad tenía registradas en otoño 3.800 terrazas. Solo 300 menos que en verano, y 800 más que a principios del 2011, cuando la ley antitabaco disparó la demanda.
El Priodico.com
24-01-2012
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