Sin planes para el Canòdrom

El icónico edificio de la Meridiana no tiene aún uso asignado, pero el ayuntamiento reconsidera dedicarlo al arte contemporáneo | El plan de equipamientos consensuado con los vecinos, también en ‘stand by’

 

Meritxell M. Pauné

El antiguo Canòdrom Meridiana se resiste a cambiar de vida. Otra vez está embarrancada la reconversión de este icónico edificio racionalista, premio FAD de arquitectura en 1963. El Ayuntamiento de Barcelona no concreta a qué destinará el inmueble y sus alrededores, en el barrio de Congrés-Indians de Barcelona. Persiste la incertidumbre sobre su futuro, desde que fue descartado en febrero como sede de un centro de creación contemporánea, que debía dirigir el suizo Moritz Küng y que finalmente ha abierto sin director en la Coats Fabra de Sant Andreu.

Sin planes para el Canòdrom

El espacio, además del centro de arte, debía acoger numerosos equipamientos, que 35 entidades del barrio negociaron durante seis años con el Distrito de Sant Andreu. El acuerdo alcanzado se plasmó en un plan –aprobado antes de las elecciones que convirtieron a Xavier Trias en alcalde– que ha quedado ralentizado con el relevo político. “El planeamiento fue aprobado inicialmente por el anterior gobierno y ahora estamos llevando a cabo un estudio sobre su viabilidad, teniendo en cuenta la situación económica y las necesidades de la zona”, sostiene el actual consistorio. La voluntad de destinar el área a “espacio público con equipamientos para los vecinos” no se cuestiona, pero el proyecto heredado está paralizado desde hace un año por la polémica sobre la ubicación del centro de arte y por la nueva evaluación de prioridades.

Arte pero también empresas
Aunque no hay nuevo uso asignado oficialmente, el que más suena para el edificio del Canòdrom es el de vivero de empresas culturales. Al descartarse el espacio como centro de exposición y experimentación en arte contemporáneo, el Institut de Cultura de Barcelona (ICUB) “expresó su intención de destinarlo a vivero de empresas del ámbito creativo y artístico”. El propio teniente de alcalde de Cultura del Ayuntamiento, Jaume Ciurana, ya anunció en febrero que sería una asesoría para “emprendedores culturales”, “una especie de Barcelona Activa para la producción creativa”.

Según varias entidades del barrio, al poco tiempo el Distrito dejó entrever que la asesoría podría ocupar solo el primer piso y los bajos quedarían libres para acoger a asociaciones que carezcan de local social o que les haya quedado pequeño. Esta opción, sin embargo, tampoco se ha confirmado y ahora las entidades que necesitan techo con más urgencia –en especial juveniles– reclaman que se les ceda un espacio dentro del edificio catalogado.

Tenga el uso que tenga, lo cierto es que el edificio del Canódrom necesita todavía 1,2 millones de euros para terminar su rehabilitación, según calcula el Macba. Dos de las tres fases de obras, valoradas en 3’5 millones de euros, se llevaron a cabo con fondos del CoNCA y del Plan E de Zapatero. La tercera fase –mobiliario y adecuación interior– está por hacer. El otoño pasado el Ayuntamiento se comprometió a “acelerar las obras” y preveía estrenarlo a mediados de 2012.

¿Y nuestros equipamientos?
Los vecinos de Congrés-Indians han recibido con indignación la incertidumbre sobre sus equipamientos. Aunque es un barrio poco dado a la movilización ciudadana, la asociación de vecinos convocó una concentración lúdico-reivindicativa el 16 de junio. Asistieron unas 200 personas –y algún que otro miembro de la oposición– y sirvió para presentar un manifiesto y recoger firmas. Exigen diálogo y piden al Distrito que no detenga el plan de pactado.

En el último plenario del Distrito, hace un mes, la entidad vecinal entregó las 350 rúbricas conseguidas, pero no obtuvo ninguna respuesta vinculante. Las dos últimas convocatorias de la Comisión de seguimiento del plan, en abril y mayo, fueron canceladas por el Distrito poco antes de su celebración, aduciendo problemas de agenda. “No hay diálogo con un equipo de gobierno que, después de un año [de mandato] no da ninguna respuesta ni cumple los compromisos”, acusa la AVV en el manifiesto.

El consistorio barcelonés procura tranquilizar a los vecinos, pese a que no les concreta un calendario ni qué equipamientos son los más cuestionados. Sólo sostiene que el estudio de viabilidad y el replanteamiento de necesidades “se hace y se hará teniendo en cuenta el trabajo hecho por la Comisión de seguimiento del Canòdrom, en la que participan los vecinos”: “Contaremos con sus aportaciones y la intención es poder desarrollar este ámbito lo antes posible”.

El área del Canòdrom engloba 21.000 m2 de suelo. El plan de 2011 prevé dedicar algo más de la mitad a zona verde y el resto, a equipamientos: un centro cívico intergeneracional, una guardería, una residencia y centro de día para ancianos, un aparcamiento y pistas deportivas para entidades y escuelas. También está in albis el proyecto paralelo para el aparcamiento que separa el Canòdrom de la avenida Meridiana. Un promotor privado se avino a construir una residencia de estudiantes y un polideportivo municipal en este terreno, pero la crisis truncó su interés.

De canódromo a pipi-can
La antigua pista de galgos es actualmente una gran explanada de arena que los vecinos usan básicamente para pasear a sus perros y dejarlos jugar sin correa. No consta entre los usos previstos, pero al menos le es útil al barrio. Sirve de lugar de encuentro y recreo, para charlar y conocer a otros conciudadanos con mascota. Cerca del edificio –construido en 1962 por Antoni Bonet Castellana y Josep Puig Torner–, hay también una pequeña zona de juego para niños, con un columpio y un tobogán.

El antiguo Canòdrom Meridiana cerró sus puertas hace más de seis años, en febrero de 2006. Resistió a las nuevas modas, a la falta de relevo en su clientela y a las constantes críticas ecologistas, hasta convertirse en el último de toda España. No cedió paso, no cerró voluntariamente. Albergó carreras y apuestas hasta que se lo llevaron las deudas, que superaban el millón y medio de euros. El cambio de etapa también se resiste, aquejado de trabas continuas.

Tal vez sea su venganza, ahora que la rehabilitación lo ha despojado de los muros perimetrales, la pintura gris y aquél aire entre decadente y añejo. Aunque algunas pintadas afean sus bajos acristalados, ahora luce mucho más su diseño sobrio y depurado, heredado de la arquitectura de la Bauhaus y el GATPAC. Algunos paseantes lo fotografían con sus móviles, mientras él posa altivo bajo el sol de justicia que cae en la plaza este verano. Y, si no cambian muchísimo las cosas, desafiará igual de altivo al viento del próximo otoño. Y al frío del invierno, y a la lluvia primaveral, y…

La Vanguardia.com
3-10-2012

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