Carteristas rumanas cazan a los turistas en Montjuïc

El grupo aguanta la presión policial y sigue operando en la falda de la montaña. Otras bandas organizadas a la caza del turista se dispersan por plaza Espanya y sus alrededores

Los agentes de los Mossos d”Esquadra bajan a toda prisa las escaleras de piedra que conducen al Museu Nacional d”Art de Catalunya. “Abajo, todas abajo”, ordenan a las cuatro jóvenes rumanas apostadas en una de las escalinatas, en la suya, en la que resulta más fácil comprobar todo lo que sucede a su alrededor y, además, los ángulos de visión permiten sorprender a los turistas que suben los escalones ensimismados con el paisaje de la montaña de Montjuïc.

Las veinteañeras con colas de caballo dejan sus carpetas y se dejan cachear con cansina naturalidad en uno de los marcos más visitados de la capital catalana. Algunas rumanas habituales del lugar, dicen fuentes de la policía autonómica, acumulan más de veinte detenciones. Son, prosiguen las fuentes, el último grupo organizado de carteristas que actúan en esta falda de la montaña, aquel que aún resiste el hostigamiento policial y no se ha desperdigado por los alrededores. Hasta no hace mucho contaban con la competencia de otros delincuentes ahora dispersados.
“Estas son las más listas, se las saben todas. Los demás vienen cada vez menos –reconoce hastiado uno de los agentes del dispositivo–. Siempre se ponen en la misma escalinata, y se acercan a los turistas con la excusa de pedir una donación para una falsa oenegé…”. Siempre con un tono lastimoso y una actitud suplicante. Con un portafolios y un bolígrafo. Y si pueden aprovechar un despiste, prosigue el agente, pues les birlan la cartera o el bolso.


“Pero es muy difícil sorprenderlas con las manos en la masa. Una vez cometen los robos sus colaboradores quitan de en medio lo que pueda incriminarlas. Sólo les encontramos dinero, siquiera un móvil. Además, procuran que su botín sea siempre inferior a los 400 euros y no usar la violencia, así en el mejor de los casos sólo pueden ser acusadas de hurto, y no de robo. De hecho, ellas, de guasa, te dicen que no son ladronas, que son hurteras, las hurteras de Montjuïc”.

La Vanguardia comprobó las últimas semanas de agosto y durante el mes de septiembre cómo la presencia de estas cuatro mujeres en la zona es constante. Los jardineros municipales, los camareros de los chiringuitos y los vendedores ambulantes de souvenirs explican que la banda lleva alrededor de tres años actuando en la zona. Hasta no hace mucho eran cerca de veinte adolescentes, que se turnaban por días y espacios, pero que poco a poco el grupo ha menguado.

Además, añaden estos testigos de las actividades de estas veinteañeras, otros grupos delictivos que también merodeaban de modo permanente por el lugar, principalmente durante las mañanas, están buscando mejor fortuna en otros puntos de la ciudad. Algunos ya sólo se acercan a esta zona cuando las fuentes de Montjuïc encienden sus luces y comienza el espectáculo. Vecinos de las bocacalles que conducen a plaza de Espanya denuncian que muchos de estos delincuentes se dedican ahora a esperar a los turistas en los accesos del metro, alejándose de los dispositivos policiales.

La mayor comunidad de viajeros on line del mundo, Tripadvisor, ha visto cómo por segundo año consecutivo Barcelona encabeza la lista de ciudades donde los robos y la presencia de carteristas es más acusada y los turistas se sienten más perseguidos. A Barcelona le siguen en esta deshonrosa clasificación Roma, París y Madrid. Son muchos los foros y blogs que desde la web advierten de los peligros de bajar la guardia por Montjuïc.

Fuentes de los Mossos explican que durante los meses junio, julio y agosto se ha producido, con relación al mismo periodo del 2009, en esta cara de la montaña de Montjuïc, un descenso de más del siete por ciento en las faltas de hurto y de más del 47 en los delitos de hurto. La policía atribuye este descenso a su continúa presión y hostigamiento.

Durante los citados meses se llevaron a cabo más de cien dispositivos de perfil preventivo, muchos de ellos en colaboración con la Guardia Urbana, que sirvieron para practicar más de medio millar de identificaciones. Caso de no poder sorprender a los delincuentes en pleno robo y detenerlos, reconocen las fuentes policiales, las continuas y eternas identificaciones entorpecen sus golpes.

Los Mossos insisten en que la lucha contra la multirreincidencia requiere no sólo de medidas policiales, sino también de reformas legales. Entre tanto, prosiguen los jardineros, los camareros y los comerciantes, las jóvenes con acento de Europa del Este han perfeccionado sus técnicas: “Ellas van pidiendo donaciones y firmas, firmas que luego acaban tiradas por los jardines. Así se sacan un dinero. Los turistas siempre sueltan algunas monedas”. “Piden para un ascensor para un centro de minusválidos franceses, para deficientes mentales españoles, para sordomudos europeos…”. “Sólo roban a personas que ven que pueden llevar dinero. Sus preferidos son las parejas de mediana edad japonesas”. “Los turistas no se enteran y luego van al chiringuito a preguntar si se han olvidado la cartera”.

“Si la cosa se les pone fea, desde esa escalinata tienen una escapada fácil a través de los jardines y la montaña. Antes se ponían en las escaleras mecánicas, pero ahí hay cámaras”. “Sí, siempre tienen un par de hombres mirando por los alrededores si hay policías de paisano. Los días que no vienen los hombres sólo se dedican a las donaciones”. “Normalmente van al despiste, pero si lo ven muy claro, no tienen problemas en dar un tirón”.

“Tienen piedras escondidas entre pañuelos por si las necesitan”. “Se ponen por la mañana porque por la tarde hay más policías”. De repente, agentes de paisano sacan sus placas y piden a las veinteañeras que vacíen sus bolsillos. Dejan puñados de monedas sobre los escalones, y algún bolígrafo. Tras diez minutos de comprobaciones los agentes se llevan los portafolios. Las jóvenes optan por terminar su jornada. Una de ellas está a punto de dar a luz.

Labor intensa y cierto camuflaje
Vecinos de la calle Creu Coberta denuncian que este verano detectaron la presencia de un hombre y dos mujeres que se apostaban en los semáforos para birlar al despiste a los turistas que van a la plaza Espanya, sobre todo cuando lucen las fuentes de Montjuïc. Son uno de tantos grupos que pululan por la ciudad, muchos disfrazados de turistas, mapa en mano, eludiendo los puntos más vigilados por la policía. Dedican numerosas horas y días enteros a sus fechorías. A diferencia de aquellos que tratan de emplear la técnica del “Ronaldinho” para robar a los que se exceden con la bebida las noches del centro de Barcelona –malhechores un tanto a salto de mata, más bien oportunistas–, los especialistas en turistas –como son las autoproclamadas “hurteras” de Montjuïc– han alcanzado un alto grado de profesionalización y perfeccionamiento de sus técnicas. Su actividad requiere de larguísimas jornadas.

La Vanguardia.es
5-10-2010

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