El director en funciones del Canòdrom de Barcelona, el centro de arte contemporáneo que no existe y por el que cobra, defiende su trabajo y su sueldo
Meritxell M. Pauné
Moritz Küng (Lucerna, Suiza, 1961) fue designado hace dos años director en funciones del futuro –aún inexistente– Centre d’Art Contemporani de Barcelona, pensado para el Canòdrom. El proyecto debía ubicarse en el singular edificio de apuestas y tribuna de una pista de carreras de galgos abandonada en el barrio de Congrés. La figura de Küng ha quedado en suspense por el titubeo político sobre la ubicación del centro, que los dos nuevos gobiernos convergentes en Ayuntamiento y Generalitat cuestionan.
Tras la polémica surgida por la publicación ayer en LaVanguardia.com de sus condiciones laborales, Küng nos ha recibido en su oficina, que está dentro de su propio piso, en la Bonanova, para hablar en primera persona de su peculiar situación. Culto, educado y de talante pragmático y tranquilo, procura medir bien sus palabras al relatar los desencuentros con la política catalana, pese a que aún no habla castellano con fluidez y sólo dispone de nociones básicas de catalán.
Han pasado dos años desde su nombramiento y el proyecto sigue más que embarrancado. ¿Cómo se siente?
Este proyecto tenía una historia muy específica y considero que la situación es muy interesante. Soy una persona, dicen, con voluntad de solucionar problemas. Claro que para solucionar según cuáles, no se puede hacer solo. No es verdad que haya estado sin hacer nada estos dos años, quizás es que trabajaba tras las cortinas. Hablo con la prensa cuando hay hechos, no me gusta especular, no es práctico. Los responsables políticos no han tomado las decisiones.
De canódromo a pipi-can
Parado el proyecto de convertir el Canódromo de Barcelona en un centro de arte contemporáneo, a pesar de tener un director en funciones que cobra 5.500 euros al mes; este espacio se ha convertido en un parque utilizado mayoritariamente por propietarios de perros que llevan a sus mascotas a hacer sus necesidades. Los vecinos del entorno reclaman que los terrenos se aprovechen para dotarlos de más usos ciudadanos. Raquel Quelart
Usted vino con otra expectativa.
Vine en un contexto muy concreto: Barcelona quiere montar un centro de arte contemporáneo para los artistas visuales, tenía un edificio escogido y tenía la ambición. En eso me inscribí. Y mi discurso y modelo de contemporaneidad se ajustan muy bien a esto, por eso me interesó tanto. Una pieza clave del problema es que la estructura legal, el consorcio, no se ha creado. También lo es que la gerencia del Canódromo ha cambiado tres veces: CoNCA, distrito de Sant Andreu y Macba. Luego, durante la fase dos, la del distrito, hubo un conflicto añadido entre los arquitectos y la empresa de construcción.¿Por qué?
Se cambió la empresa de construcción por otra más barata, aunque luego al final de las cuentas ha salido más caro. Como comentario al margen, no me parece muy eficaz cambiar de empresa en pleno proceso de construcción, en especial cuando la primera entiende la especificidad del edificio y la segunda no. La fase dos todavía no ha concluido por este conflicto y debía terminar en julio de 2011. Luego ha habido dos elecciones y pese a que ahora gobierna el mismo partido en ambas instituciones, se ha producido una parálisis. No sé por qué, a lo mejor no les gusta el proyecto inicial.
Ambos han declarado públicamente que el canódromo no les parece “adecuado”.
Y yo coincido con ellos. El Canódromo no es adecuado porque antes fue una tribuna para ver correr a galgos y ahora hay que transformarlo en un centro de arte. Pero justamente para mí eso es muy interesante, porque no es un sitio cualquiera, esta “inadecuación” tiene mucho potencial en el mundo del arte. Además, mi discurso se basa en los Genius loqui, el espíritu de cada sitio. Es una respuesta a la globalización, que lo quiere nivelar todo. Muchos sitios se parecen a cualquier otro sitio. Aeropuertos, centros comerciales y también museos, la mayoría se parecen. Pero el edificio del Canòdrom no se parece a nada más, es único.
Suena como ubicación alternativa una nave muy grande de la Fabra i Coats, en Sant Andreu. Esta antigua fábrica textil también tiene una carga identitaria brutal.
¡Sí! Pero tampoco es “adecuada”, en el sentido que tiene sus propias condiciones y defectos. Tiene muchísimas columnas, por ejemplo. ¡Un montón! Cortan la vista, fragmentan el espacio… El edificio ideal no existe, es así de simple. Lo importante ahora es tomar una decisión. Y no en base a lo que te gusta más o menos, sino a las potencialidades del sitio y al pragmatismo. ¿Cuál atraerá más la atención mediática? ¿Cuál sirve mejor a las necesidades artísticas de la ciudad? ¿Cuál tiene mejor acceso? ¿Cuál refuerza nuestra identidad? ¿Qué cuesta cada uno?
Los costes ya debían tenerlos hace tiempo.
No. Cuando llegué a Barcelona no había contabilizado qué costarían las obras, nos tuvimos que reunir con el arquitecto y el gerente del Macba para calcular cuánto falta.
¿Y cuanto falta?
Hasta ahora ha costado 4.540.000 euros y para terminar el edificio calculamos que hacen falta 1.600.000 euros más. Pensamos qué posibilidades había para rebajar esta cifra, porque nos damos cuenta de la situación económica. Y recortamos para que, contando con que sólo haya un imprevisto durante las obras que quedan, pueda quedar en 1.300.000 euros. Un ejemplo de imprevisto: la renovación del techo del primer piso no estaba incluida, solo se pintaba de blanco. Pero al estar hecho con placas viejas de hormigón, una parte del techo se ha desprendido. No entero, solo elementos y en una área del tamaño de una mesa. Pero bueno, ya hay que arreglarlo y dedicarle dinero.
¿Ha ido a visitar la Fabra i Coats?
Sí, ayer [el martes]. Y esta mañana [miércoles] he hablado con el conseller Mascarell para saber qué decisión toman, si hacen o no el centro de arte. Tanto una respuesta como otra tienen sus consecuencias, somos adultos y podemos discutir las cosas. He entendido que hay la intención de hacerlo.
Pero la decisión depende del Ayuntamiento. Que a su vez está a la espera del mapa de centros de arte que está elaborando el Macba y en el que usted participa.
Cierto. Con el ayuntamiento me reúno la semana que viene. Yo he participado con un análisis sobre el Canódromo, uno de los muchos que he hecho, para que puedan integrarlo en el mapa final. ¡Pero ese mapa final yo no lo conozco! He pedido recibirlo, entero o la parte que afecta al Canòdrom, pero de momento no he recibido nada. No sé sinceramente cuando estará terminado y se presentará.
¿Le sigue haciendo ilusión, abrir el centro en el Canòdrom? El concejal Jaume Ciurana dijo que era demasiado oscuro y pequeño, sin suficientes paredes…
No es para nada oscuro, al contrario. El primer piso tiene un gran ventanal para ver las carreras, tiene exceso de luz. En el piso de abajo hay dos salas sin ventanas, pero no pasa nada, pueden dedicarse a proyecciones o ser ‘white cubes’ con luz artificial, como en muchos museos. Tampoco es verdad lo que dijo que no hay sitio para un bar. Es más, ya tiene un bar estupendo, con una terraza enorme, muy buena para hacer negocios. También dijo que no tiene muros: falso. Las dos salas de abajo sí tienen y la de arriba, que es verdad que tiene pocos, pero en mi plan operativo tengo previsto cómo compensarlo. He buscado artistas que primero puedan exhibir sus obras y luego éstas mismas sirvan de infraestructura. Ya hay uno que nos ha hecho unas esculturas que son a la vez muros plegables, móviles. Así, pensando en la crisis, aprovechamos el doble una sola pieza, primer exponiéndola y luego comprándola como mobiliario.
¿Cómo han ido sus reuniones con Ciurana y Mascarell, a la luz de sus claras diferencias en la percepción del espacio?
Me he reunido varias veces, con ambos. Mi sensación es que hasta el momento no han hecho declaraciones claras. Tienen otras personas que les aconsejan diferente, claro, pero apoyando el proyecto en el Canòdrom hay mucha gente y desde el principio. Principalmente la asociación de artistas visuales de Catalunya, la de galeristas independientes, la de centros de arte contemporáneo catalanes, la de museos españoles… Hay consenso entre el sector artístico, donde no lo hay es a nivel político.
Si ahora le plantean pasar el centro a la Fabra i Coats…
Hay que replantear todo el proyecto. Es industrial, con valor patrimonial, mucho más grande, es como una ciudad dentro de la ciudad. Estará rodeada de una escuela, una guardería, otro museo por definir e incluso pisos para jóvenes. Es otro concepto totalmente. La planta baja es polivalente, multiuso. Las tres de arriba siguen el modelo de Fábrica de Creación interdisciplinar. Sería más bien como un hub, que te acoge un tiempo y luego te vuelves a ir. Ésta es la idea original de la Coats, que responde a una necesidad del ambiente artístico local.
¿Qué tiene el Canòdrom que seduce tanto, si la Coats es mucho más grande?
Cuando ví el Canòdrom por primera vez enseguida pensé que es el ‘otro’ Barcelona Pavilion, el icono opuesto al famoso pabellón vanguardista de Mies van der Rohe, conocido el todo el mundo. En vez que estar hecho de los mármoles más selectos, es de acero, ladrillo, baldosas y hormigón, materiales pobres. En vez de arquitectura, es ingeniería aplicada en forma de ala de avión. También es patrimonio, por cierto, sólo hay tres edificios en España como éste, que se sustenten por su forma. Su estabilidad la da la compensación de pesos de las dos alas. Incluso fue hecho para poderlo desmontar fácilmente y llevarlo a otra parte si los terrenos subían de precio. Aunque es muy crudo como estructura, es muy elegante también. Tiene muchos elementos para ser un nuevo icono de Barcelona, tiene calidades de marca. Fabra i Coats es un edificio bonito, pero es otra cosa, no es igual de icónico.
La Capella tampoco es muy icónica…
Bueno, en mi concepto el Canòdrom es como el restaurante y La Capella, el bar. La Capella es céntrica, abierta, para los artistas de la ciudad. Es el sitio de los artistas, para que expongan sin comisarios.
Ganó el concurso de selección con un proyecto para convertir el Canòdrom en un ‘anti-white cube‘. ¿Qué es eso?
A partir de la reforma del Staatliche Museum de Amsterdam en los años 50, un edificio de ladrillo repintado por completo de blanco, se popularizó que los espacios expositivos para el arte contemporáneo debían ser todos blancos, fríos, neutros. A este estilo neutro se le llamó “white cube” y ahora casi el 95% de las galerías y museos de contemporáneo son así, ha habido una burbuja de “white cubes”. Como el Macba, aunque tiene algunas modificaciones. Para el Canódromo busco lo contrario. Nunca podrá ser un ‘white cube’, ni tampoco la Coats, porque tienen su propia personalidad.
¿Entonces es trasladable a otro edificio, como la Coats?
El 85% de mi plan operativo original se podría mantener. Yo vine porque un jurado internacional eligió mi concepto y mi búsqueda de condiciones espaciales y formatos diferentes. Los esenciales son el formato impreso, en libro; el físico, o sea, el lugar de exposición; el virtual o web; y el mental, que es tener un discurso propio. Estos cuatro formatos pueden trasladarse, pero adaptados a cada lugar. Mi propuesta es flexible y podría empezar mañana mismo.
En vistas que la decisión está tardando mucho, ¿usted se vería en Barcelona por ejemplo dos años más, con el Canódromo igual de embarrancado?
No me siento culpable porque el Canòdrom no esté abierto, yo hago mi trabajo. No me voy a dejar victimizar, me siento bastante libre mentalmente. Y lo que más quiero es empezar a trabajar como comisario. Se lo he dicho hoy mismo [ayer] a Mascarell, que no es creíble políticamente contratar a alguien de fuera, en este caso yo, sin saber qué vamos a hacer.
A parte de las reuniones con políticos y los análisis del Canódromo, ¿qué ha hecho estos dos años?
¡No soy un vago! A nivel artístico he hecho muchas cosas. Le cito algunos ejemplos. El catálogo The Books(s) de Peter Downsbrough, como coproducción entre el Canòdrom y la institución deSingel. Las coproducciones ayudan a ahorrar costes. Es una recopilación de su trabajo en formato impreso, que podrá venir como exposición al centro de arte de Barcelona cuando lo tengamos. Ahora está en cajas en un almacén de Amberes. El día que abramos debería pagarse esta coproducción, pero bueno, tengo buena relación con Amberes y digamos que “estamos limpios”. El anterior director del CoNCA, el señor Guardans, dijo que abriríamos a finales de 2010, lo que no fue realista, lo siento. Yo preveía abrir esta fiesta de la Mercè, en 2011, pero no hemos podido tampoco. Otro ejemplo de trabajo demostrable: el libro Listados, del artista catalán Ignasi Aballí. Son recopilaciones de titulares de periódico ordenadas por él según el contenido. Me gusta mucho su trabajo y por eso incluso he aportado capital privado para editar este libro junto con una editorial. Supe que nunca ha expuesto los originales, pese a que sí mostró su obra en esta Bienal de Venecia por ejemplo, y me gustaría que los mostrara en el Canòdrom. Tercer resultado: el catálogo de la exposición Die Fünfte Säule, para la Sezession de Viena, la primera institución mundial dirigida por artistas, fundada en 1898 por Gustav Klimt.
Ha comisariado varias exposiciones en el extranjero, estos dos años. ¿Es compatible con su posición en el proyecto de Barcelona?
En una ocasión tuve tres openings de exposiciones en diez días, entre Bélgica y Suiza. De estas exposiciones colectivas, por ejemplo, salió la posibilidad de trabajar con el joven artista barcelonés Luz Broto. Para mí, mi trabajo es impulsar la cultura. Es muy importante este trabajo de import-export. ¡Así se generan conexiones y contactos para el Canòdrom!
¿Qué pasó con su posible participación en la Bienal de Sevilla (Biacs)? ¿No era compatible?
Quizá estuvo mal, pero he aprendido de aquello. La Bienal nunca me pidió formalmente que participara, sólo su presidenta de honor por su cuenta me pidió que le hiciera un análisis de la muestra y de cómo revitalizarla. Se la hice y ya está. ¿Dónde está el problema? Soy director en funciones, no tengo consorcio ni oficina propia. La exclusividad está muy bien para los contratos, pero la cultura es crear sinergias, relaciones que se refuercen. Los directores de las Bienales de Venecia vienen todos de instituciones culturales públicas y no pasa nada. No van a dejar su puesto por un encargo temporal y finito. No irás a vivir a Sevilla por hacer una exposición allí. Además, nunca hubo una declaración oficial sobre mí y la Biacs, fue un comentario informal, quizá una charla de cóctel, qué sé yo. Hay que ir con mucho cuidado con las especulaciones. Circulan muchos números sobre el Canòdrom, por ejemplo, y no todos son correctos.
¿Por ejemplo?
Yo no cobro 5.500 euros al mes. La nómina que recibo es de 3.539’30 euros. La diferencia no sé de donde sale. Quizás son los impuestos, no lo sé. Pero por mis manos no pasan 5.500 euros cada mes. Mi contrato actualmente es el tercer precontrato que firmo, por las veces que va cambiando el gestor. Ahora es con el Macba y dura hasta junio de 2013. Para dar una imagen total de estos dos años, la noticia debería tener diez páginas.
¿Si le interrumpieran el contrato antes de esta fecha, cómo reaccionaría?
Bueno, no me enfadaría, pero tendría sus consecuencias. Legales, me refiero. No me gustan las amenazas y no culpo a nadie. Yo aún creo en este proyecto, porque tiene un gran potencial, sino no habría venido. Pongo a disposición de este proyecto mi experiencia y conocimiento, porque sé que puede brillar. Si vine de otro país, traje a mi familia, dejé un contexto profesional más que bueno en Amberes… fue porque me atrajo mucho esta causa. Pero si un día veo que es del todo imposible llevarla a cabo, afrontaría las consecuencias oportunas. Ahora mismo la pelota está en el tejado de los políticos, que deben aclararse.
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La Vanguardia.com
12-01-2012
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