El misterioso benefactor que pagó las pancartas ‘Volem un barri digne’

Ya ha llegado de China una segunda remesa con 500 pancartas, que paga de su bolsillo un empresario, vecino del Gòtic, afectado por la degradación

Un empresario catalán, residente en el barrio Gótico del casco antiguo, es quien está detrás de la exitosa proliferación de pancartas con el lema Volem un barri digne. Bajo ningún concepto quiere que se revele su identidad, algo que sus beneficiarios, claro, se lo respetan escrupulosamente. Habrá pagado ya unas 2000 pancartas, según los cálculos del comerciante Lluís Nicolau, que es su principal distribuidor. Él las almacena y las regala desde su zapatería Palou, en la calle Hospital 65, aunque delega una parte de la distribución en el kiosko papelería Dueñas, de Hospital 97.

Foto de archivo, de agosto de 2009, de las pancartas 'Volem un barri digne', colgadas de los balcones de distintas calles del Raval barcelonés  Foto de archivo, de agosto de 2009, de las pancartas ‘Volem un barri digne’, colgadas de los balcones de distintas calles del Raval barcelonés /   LV / Xavier Cervera

En diciembre de 2009 llegó la primera remesa, con unas 1500 pancartas, que se han agotado en medio año. A principios de este octubre llegó un segundo envío, esta vez de 500 unidades porque la demanda se ha calmado un poco. Ahora les quedan alrededor de 400.

Según relata Nicolau, un día apareció en la tienda un hombre, que se identificó como empresario y vecino, para ofrecerse a financiar la iniciativa, de la que se habría enterado a través de un artículo de Luís Benvenuty publicado en La Vanguardia en agosto del año pasado.

“Le pareció muy buena idea y se ofreció a pagar una nueva remesa de pancartas, hechas en China y mucho más económicas, gracias a que él tiene contactos allí y su empresa realiza importaciones regulares desde Ásia”, explica el tendero. Aprovechando una de las siguientes compras, les dijo, podía traer también las pancartas sin ningún coste añadido.

El tendero lo debatió en el seno de la Plataforma Raval per Viure, donde según cuenta, se sometió el ofrecimiento a votación y ganó el sí por mayoría simple. Nicolau asegura que sólo conocen su nombre quienes votaron aquél día. Los vecinos del barrio comentan divertidos la historieta, rumorean que el empresario se dedica al sector téxtil, pero desconocen su identidad y aplauden que no haya buscado protagonismo alguno. “No gana nada con todo esto, lo hace por el barrio, porque a él también le ha afectado la degradación de Ciutat Vella”, comentaba con convencimiento esta semana una dependienta de la misma calle Hospital. “La mayoría de habituales de la Plataforma no sabemos ni cómo se llama”, comentaba uno de sus más veteranos miembros, en el Raval Sud.

“Se ve que sufría en la puerta de su casa la presencia habitual de vendedores de droga y para poder entrar incluso tenía que pedirles paso o apartarlos”, confirma Lluís Nicolau con su característico tono de denúncia. “No es político, si lo hubiera sido no se lo habríamos aceptado”, asevera.

La repentina gratuidad de las lonas plastificadas, gracias a la financiación del benefactor, ha sido clave para su éxito. Los vecinos y los miembros de la Plataforma Raval per Viure habían ideado la protesta la primavera de 2009 y encargaron a la imprenta del barrio que les hiciera las primeras 200 unidades, que costaban 12 euros (más 50 céntimos para las bridas sujetoras) y que fueron compradas rápidamente por vecinos de todos los perfiles, desde viudas octagenarias a jóvenes diseñadores y estudiantes. Su eslógan directo y versátil ha conseguido superar la fragmentación de intereses en el vecindario e incluso se ha extendido a otros barrios, como el Poble Sec o el Fort Pienc.

“Nos parece bien que hayan adoptado nuestro lema, porque los problemas de incivismo e inseguridad se han contagiado a toda Barcelona”, asegura Nicolau. Según él, Ciutat Vella no es un caso perdido, sino que “se puede solucionar” pero “hace falta más voluntad política”. Aunque la plataforma no quiere que su causa se partidice, reconocen que su eslógan tiene vocación de incidencia política: “Se dirige a las instituciones municipales, policiales y judiciales, porque son ellos quienes pueden revertir esta situación”. Mientras no cambie el panorama seguirán exibiéndolas en los balcones, porque “estas pancartas son como una aspirina, no curan al barrio, pero lo alivian”, concluye.

La Vanguardia.es
2-11-2010

Leave a Reply