El presidente queda en minoría en un Gobierno que es partidario de recuperarlo
Manel Pérez
El dilatado interregno que José Luis Rodríguez Zapatero decidió establecer entre julio, cuando anunció la fecha de las elecciones generales, y su celebración el 20 de noviembre, se está convirtiendo en un calvario político para él mismo, amén de para la economía española, sometida a un estado de indefensión y a una larga agonía ante los mercados.
Pese a que ayer en Ankara (Turquía) manifestó su convencimiento de que “España resistirá”, su aislamiento político en el seno del Gobierno no ha hecho más que agravarse y el debate sobre la recuperación del impuesto sobre patrimonio, que impulsa el candidato socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, lo está poniendo de manifiesto, según varias fuentes próximas al Gobierno consultadas por este diario.
Rodríguez Zapatero lleva varias semanas oponiéndose, casi en solitario, a la propuesta de recuperación de esa figura fiscal, que impulsa el mencionado candidato con el apoyo de la mayoría aplastante del Gobierno, con adhesiones como la del ministro de Fomento, José Blanco, y el de Trabajo, Valeriano Gómez (según algunas fuentes en este bloque podría estar Elena Salgado), Desde el PSOE, un partido a la búsqueda de un banderín de enganche en una contienda en la que lleva las de perder, la relación de fuerzas ofrece el mismo adverso panorama para el teórico jefe del ejecutivo.
Con Zapatero, único apoyo claro en el seno del Consejo de Ministros, el titular de Industria, Miguel Sebastián.
Estos días, Zapatero ha expresado en privado su incapacidad para seguir oponiéndose a la medida, que ayer varios miembros del Gobierno dieron por segura en el Consejo de Ministros que deberá celebrarse el próximo 16 de septiembre. Ahora, sin embargo, parece haber tirado la toalla. Ayer, el ministro de Presidencia, Ramón Jáuregui y el propio José Blanco volvieron a dar una vuelta de tuerca más al asunto para vencer la resistencia de Zapatero y declararon que consideraban muy posible la próxima aprobación de la medida.
La radical oposición de Zapatero a la reimplantación del impuesto que el Gobierno del PSOE anuló en la práctica el año 2008, forma parte de la nueva visión que tiene de la economía, una vez se ha reconvertido hacia una posición más ortodoxa, como puso de manifiesto con su propuesta, finalmente aprobada con el apoyo del Partido Popular (hasta cierto punto padre inicial de la idea) de consagrar constitucionalmente la limitación del déficit público mediante su redacción en la Carta Magna.
Pero la decisión, tomada a espaldas del candidato Pérez Rubalcaba, puede haber sido el canto del cisne de Zapatero. La última victoria pírrica en sus propias filas, pues el coste ha superado ampliamente las supuestas ventajas; a la vista está estos mismos días que para los mercados financieros la decisión ha sido intrascendente (tanto S& P como Moody´s despreciaron la decisión al señalar que lo importante es rebajar el déficit… real). Y, como pone de manifiesto la debilidad política de Angela Merkel, la canciller alemana, nadie tiene pruebas aún de que sus recetas económicas den buenos resultados mientras que sí son ya palpables las desastrosas consecuencias electorales, como las de las últimas elecciones regionales del pasado domingo en Meckleburgo-Pomerania.
Pero Rodríguez Zapatero, que ya no es candidato electoral, arguye su temor a que el cuadro económico se agrave todavía más si se anuncia la recuperación del impuesto sobre el patrimonio. Una medida que los mercados seguro que no acogen bien y que, dependiendo del límite de volumen de patrimonio que se fije, tampoco podrá aportar muchos ingresos para contrbuir a reducir el déficit público, auténtico talón de aquiles de la imagen de España en los mercados de deuda. E incluso podría propiciar huida de capitales.
Los críticos con la medida argumentan que para que cumpla el objetivo propuesto, mejorar la imagen del Gobierno socialista de cara a las elecciones generales, debe ser lo suficientemente discriminatoria como para dejar fuera de su aplicación a una gran parte de la población. Por eso mismo, su efecto recaudatorio sería mínimo y en cambio alimentaria las dudas sobre el rumbo de la política económica española.
Por contra, sus defensores argumentan que en la actual situación sería muy positivo transmitir a sus votantes potenciales el mensaje de que también se piden sacrificios a quienes están más a cubierto de la crisis económica.
De hecho, no es la primera vez que Zapatero se queda en minoría frente a su propio gabiente. En el mes de julio ya le ocurrió algo parecido cuando acudió a la reunión del Consejo que debía aprobar la reforma de la negociación colectiva y propuso un endurecimiento del texto que había presentado el ministerio de Trabajo. Todo ello sin éxito.
La Vanguardia,com
7-09-2011
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