Cuando caían bombas

  a pie de calle.

Caían ayer pequeñas florecillas amarillas del árbol, un palo rosa, que hay en la plaza de Sant Felip Neri. Al mediodía, los chicos de la escuela que hay en esa misma plaza jugaban al pilla pilla y al fútbol. Gritaban, se escondían, se carcajeaban. Unos operarios arreglaban la fuente, así que entre la malla y la furgoneta había más escondites que nunca. Esta cronista llegaba a esa plaza con un mapa teñido de rojo.

En dicho mapa, editado por el Muhba, se explicaban los bombardeos que, entre 1936 y 1938, sufrió Barcelona y la respuesta ciudadana ante esos ataques aéreos. En esos tres años malditos de guerra, Barcelona sufrió hasta 200 ataques, murieron 2.750 barceloneses y 7.000 resultaron heridos.https://estaticos.elperiodico.com/resources/jpg/4/1/1339565383514.jpg

  Una joven toca la bombardeada fachada de la iglesia de San Felip Neri, ayer. PATRICIA GALÁN

Las bombas caían de día y de noche. La aviación legionaria italiana, primero, y la Legión Cóndor, a partir de mediados de 1937, habían convertido la ciudad en una diana. En la plaza de Sant Felip Neri, el 30 de enero de 1938 impactó una bomba de 250 kilos y asesinó a 42 personas, la mayoría niños.

Ayer mientras observaba el te pilla y te cojo de la chiquillada, era fácil regresar a la historia en blanco y negro, a las farolas teñidas de azul para ocultar las presencias, al miedo y a la muerte.

Hacía frío ese último domingo de enero de 1938. A los 8.55, seis aviones Savoia S-79 de la legión italiana bombardeaban la ciudad. A las 11.25 se producía un segundo ataque. Barcelona ya sabía cómo actuar cuando se escuchaban las sirenas.

Se había creado la Junta de Defensa Pasiva de Catalunya (JDPC). En unos años y sin quererlo, los barceloneses serían el modelo de defensa para ciudades de Inglaterra, Francia y Alemania.

El de ese 30 de enero era otro bombardeo más: mató a 216 personas, destruyó el Poblenou y el centro de la ciudad quedó en ruinas. En el sótano de la iglesia de Sant Felip Neri se habían escondido unos niños. Escucharon las alarmas y corrieron a resguardarse en el sótano de la iglesia. La bomba de 250 kilos cayó en la plaza y los asesinó. En la fachada de la iglesia se conservan los impactos de la metralla.

Esta cronista lee la explicación que hay en el mapa que en octubre del 2011 editó el Muhba. Entre los autores está el historiador David Iñiguez. Fue él el que me presentó hace ya años a Simón Fiestas y a Antoni Vilella, el primero aviador y el segundo, mecánico de aviación. En la sede de la Asociación de Aviadores Republicanos (ADAR), Vilella había dicho que cuando de niño le enseñaron a vivir la vida con entusiasmo y ni el franquismo le arrebató esa enseñanza. Observando la plaza recordaba esas palabras.

La brisa ayudaba a que las florecillas amarillas cayeran con un tempo mágico. En el mapa también están señalados los refugios. En tres años, se habilitaron 20 kilómetros de túneles, con capacidad para 100.000 personas. Eran poquísimos. En metro, esta cronista va hasta la plaza del Diamant. Los túneles del Gran Metro sirvieron como socorro.

En la calle de Asturias, Petri Aguilera camina con la seguridad que otorgan casi 76 años. Llegó a Barcelona en 1939. Es su consuegra, vecina de Gràcia, la que recuerda las sirenas, las carreras.

En la plaza del Diamant está el refugio antiaéreo 232. Fue construido por los vecinos . Ayer estaba cerrado. Decía Antoni Vilella: «Hay que explicar lo que pasó para que no se repita la historia y eso, querida, es lo más complicado».

El Periodico.com
Información publicada 13 de junio de 2012

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